En los últimos meses, desde inicio del 2019 hasta el mes de mayo, los indices de robos en transporte público han ido a la alza; por diversos medios de comunicación nos enteramos casi diariamente que se suscitó un nuevo robo en el transporte público, perpetrados usualmente en combis del Estado de México y rutas muy conocidas en la CDMX el modus operandi es básico y bien conocido.
Abordan al menos 2 personas, hombres y/o mujeres a la respectiva unidad, toman lugares previamente acordados, posteriormente con intimidación le dan el aviso a los demás pasajeros y al chófer que es un asalto y su vida está en riesgo (inserte cualquier dialogo comúnmente utilizado por los delincuentes) para proceder a revisar las pertenencias de las personas en la unidad, desde bolsas, mochilas, bolsillos de los pantalones e incluso dentro de la ropa interior de las mujeres, los delincuentes buscan dos cosas básicamente: celulares y carteras...
¿Por que siguen aumentando este tipo de robos?
Podríamos definirlo en varios aspectos, incluso la parte cultural, formativa influye mucho, pues al "poder adquirir" a menor precio un equipo de gama alta en el mercado ambulante donde usualmente terminan este tipo de objetos robados, la población sigue adquiriendo objetos robados.
Legalmente hay un completo abismo, en caso de que el delincuente sea detenido (en flagrancia o a denuncia al instante de alguno de los afectados en zona cercana a dónde cometió el ilícito) el abogado defensor del victimario puede solicitar como parte legal la remuneración del daño por el equipo móvil, básicamente hacer que pague el celular "supuestamente robado" en la acción.
Aquí es dónde vemos una carencia de tipificación y correcta adecuación a las necesidades imperantes en materia de seguridad en pro de los ciudadanos.
Pensemos en el siguiente escenario:
Un móvil de uso actual y común por la mayoría de ciudadanos almacena una gran cantidad de información, desde comunicaciones privadas (mensajes, contenidos y conversaciones por cualquier aplicación de comunicación en texto), fotografías, audios, incluso información financiera; la mayoría de los contenidos de un teléfono inteligente almacena información sensible, datos personales que parecieran incuantificables económicamente, cosas que son más que bits resguardados en la infraestructura física/lógica del teléfono, recuerdos, emociones, comunicaciones, y datos de identificación directa con información que en malas manos puede ser usada con fines mucho más dañinos con un valor mucho más allá de lo que genera la reparación de un daño material..
Si existiese una actualización legal más robusta y sólida, la punibilidad ante robos en el transporte público dejaría un mayor resguardo a los afectados; sin embargo, la carencia de concientización para no adquirir mercancía de dudosa procedencia (usualmente robada) es otro de los factores más difíciles de combatir.
Hasta que no sucedan cosas como lo dicho anteriormente o existan más "vengadores anónimos" lo que resta de mitad del año hacia el final del 2019, seguirán en aumento y con mucha mayor violencia y afectaciones en general.
